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Gregorio Piñero da lectura a las Jarchas Almorávides durante la Comida Mozárabe. JUAN F. ROBLES
JARCHAS ALMORÁVIDES 2018
COMIDA MOZÁRABE

JARCHAS ALMORÁVIDES 2018

gregorio l. piñero sáez

CARAVACA DE LA CRUZ

Lunes, 26 de marzo 2018

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¡Pssssss…!

¿Escucháis ya los timbales

entre el sol de primavera

y el vibrar de los metales

que alzan músicas festeras?

¿Oís…? Se endulza la tarde

con metales y maderas

anegando de ilusión

las muchas ansias de fiesta.

Porque entre trinos de mayo,

el gran prodigio regresa

tras todo un año colmado

de tierna y grata espera,

que eclosiona en explosión

de alegría y de belleza,

en estas tierras que abrazan

como a sus hijos las sierras

con los mimos de solanas

y esas caricias maternas,

delicadas como rosas

de terciopelos y seda.

Como acariciar saben

las madres caravaqueñas;

plenas de amor y ternura,

cariño y delicadeza.

Y como amar tanto sabe

la mujer caravaqueña.

Una mujer que entusiasma

y transmite en su presencia,

un tesón inagotable,

una constancia y firmeza,

que la convierte en verdad

en el Alma de la Fiesta.

Sus polícromos aromas

tan henchidos de belleza.

Su encantadora sonrisa

que enamora y embelesa

y el hechizo de sus ojos

que cautivan y te apresan,

engalanan deslumbrando

a la misma primavera.

¡La mujer más atrayente!

¡La mujer caravaqueña!

Pronto harán cuarenta años

los que Almorávides llevan

navegando por los mares

y océanos de la Fiesta.

Cuarenta años de vidas,

de alegrías y de penas,

cuarenta mayos hermanos

en esta familia eterna,

unida por el linaje

de la raza más festera.

Son años, sí. Y se notan…

Ya en nuestros cuerpos destellan

cicatrices de la vida…

Aquellas que nos alegran

como anécdotas chistosas

y aquellas que nos apenan

al evocar los recuerdos

de la inconsolable ausencia

de los amigos que fueron

a desfilar a la esfera

de los cielos más alegres,

de la gloria más festera.

Mas no implican los años

que el espíritu envejezca.

Que está nuestra ilusión intacta

y la fantasía repleta

sin pérdida ni reparo,

de una juventud que llena

en nuestra madurez

a nuestras almas festeras,

hasta sumarse a la propia

de la mocedad verdadera,

de todos los muchachotes

que ahora a la cábila llenan.

Mas… Todos somos cábila…

Las mujeres cabileñas,

los jóvenes y los menos…

Y los abuelos y abuelas.

Todos entorno a la Cruz,

a esa Cruz que es tan nuestra

y que se imprime en nosotros

desde antes de la consciencia,

desde el instante primero

en que nuestra vida empieza.

Porque goza el caravaqueño

con su Cruz, la unión eterna.

Y cuando la hora del fin…

La del viaje sin retorno,

comparezca ante mí,

en un infinito abrazo,

al momento de partir

gritaré con fuerza al viento:

¡Almorávides está aquí!

(Caravaca de la Cruz, 24 de marzo de 2018)

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